martes, 14 de junio de 2011

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Decidí escribirte una canción
con mucho frío como el de esta mañana.
Decidí ver por la ventana,
dejar que las gotas rozaran mis manos gélidas.
Nada armónico puede salir de esta mañana
ruidosa con los perros de la cuadra
ladrando a cada rato.

El cactus flaco
que busca sol todas las mañanas
ya está doblado y sigue esperando.
El potus crece,
para abajo,
de un verde fuerte
que nació los días en que habitaste este departamento.

Hay un colectivo que dice Andesmar,
una nena abajo
que pisotea las manchas de aceite
y una valija rota
con un nombre tachado.

Desde que aprendí a hacer corazones
con el teclado de la compu,
los dibujo en cada final de un i-meil o mensaje,
al lado de mi nombre.
Pronto le voy a pedir a una amiga
que me enseñe a hacer las estrellas.

Cuando mires para arriba,
desde la ventana que da al patiecito,
vas a ver estrellas que pronto te voy a dibujar.
Mirá más cerca,
por ahí están los más queridos
que siempre te acompañaron.

Al “sí” lo guardé en un frasquito
para dártelo en algún momento,
con el perfume que te gusta.

A las camisas las llevás planchadas,
las zapatillas limpias,
y la barba afeitada en forma angular.
Te doy un beso
en cada corte que te dejo la yilet.

Todavía no subís,
todavía no es el día,
pero yo te veo.
Entre molinos blancos de viento
vas desplazándote
y se siente tan lindo volar…

No me salió la canción,
pero te dedico una.

Ya me van a enseñar a hacer bufandas
para los inviernos que congelan las orejas
y sonrojan las narices.
La tuya va a ser de color verde,
como el color que me dejaste
cuando te fuiste.

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