domingo, 22 de mayo de 2011

Lombrices solitarias

Recostada sobre esa camilla, con un sol eléctrico inmenso sobre su cabeza, veía asomarse metales desde todos sus alrededores. Sentía cómo manipulaban su cuerpo de a poco, cómo se dibujaba una línea bien recta sobre su estómago. Reverberaban líquidos de sagrados colores por sus costados. Una leve neblina se posaba sobre su cara y veía ojos por doquier. Unas nubes acariciaban su piel, dejando pelusas que hacían cosquillas. Las náuseas de a poco se iban y escuchaba atentamente algunas voces que sonaban sobre ella, más apacibles y sin querer lejanas.

Una mano la tocó, una mano distinta. Una mano que le decía que nunca más volvería. La vio sobre su cabeza, toda nublada, y leyó en ella un corazón abierto. Las imágenes empezaban a pasar como diapositivas pixeladas. Un colectivo que pasaba por unos edificios enfermos. En una plaza, dos perros haciendo el amor bajo un sol de mañana. Ella se veía reflejada en la ventanilla y si la mirabas de afuera, podías ver palomas que atravesaban su cabeza.

-Esos perros bien podríamos ser nosotros, pero sin el amor. -Le dijo él cuando se le sentó al lado.

Ella responde, -Nosotros seríamos otra cosa. Seríamos más como un parásito en el estómago que se alimenta de cosas dulces y va creciendo cada vez más. Y después te duele la panza y te lo tienen que extirpar. Seríamos eso. Sí.

Él la mira y dice:
-Vos entrás sola. Yo me voy a quedar afuera un rato nomás, después me voy a ir. No te quiero ver boluda después de la anestesia.

La mano seguía ahí, sobre ella, y las diapositivas seguían pasando. Vio el día en que la enfermó el olor a basura que sentía salir de la boca de él. No aguantaba más sentirlo cerca, veía la gran nube de respiración. Esas palabras que salían con olor a rancio.

La voz decía:
–Estuvimos haciendo un recorte de personal porque la situación no es buena, como ya sabrás. Creo que tu puesto es uno de los que van a sacrificarse en este caso, por más que nos duela. Pero como siempre te dije, estoy dispuesto a ayudarte para lo que necesites. Y no quiero que me malinterpretes por lo que pasó la última vez en la fiesta de fin de año, pero sí, estoy dispuesto a ayudarte si vos también estás dispuesta a ayudarme, por supuesto.
Y bla bla bla bla bla, y asco.

Y la mano estaba ahí. Lo veía todo a través de ella. Esa línea de la mano que alguna vez le dijeron que era ella y que la que cruzaba era la de otra persona. Salvo que ella tenía unos pequeños pliegues que cortaban la línea de la tan esperada o ya llegada persona especial. Y lo veía venir, la escena del cuchillo.

Estaban comiendo unos fideos. Él le dice:
-Cortala con ese laburo, cortala, el tipo te quiere coger y nada más.

-Y qué tanto te molesta si vos bien que te cogiste a la pelotuda del call center.

Y volaban cuchillos, tenedores, platos, vasos. Y se revolcaban en una gran mezcla de sed y hambre de algo más. Lloraban y se preguntaban qué hacían juntos. Gritaban su felicidad de pobres. Todo terminaba en un abrazo y un beso, como los que se dieron por primera vez.

La mano quedó abierta y sabía que era la última vez que la vería. Vio en ella su estómago abierto al medio, los guantes separando capas de piel y grasa y revolviendo intestinos. Los doctores y enfermeras traspirando y balbuceando. La mano se metía dentro de ella y sacaba un gran gusano negro y baboso, que chillaba y se movía con desesperación.

Ella pensaba:
-Te lo extirpan y todo se termina Julia. Te lo extirpan y todo se termina.

viernes, 13 de mayo de 2011

No sos tangible a mis ojos

1
Todavía escucho
la mandrágora que chilla
su cabeza de mandioca
la mandrágora dragón
me escupe su fuego y lo siento
me escupe dentro
chillona mandrágora
curás su dolor
callás el mío
y desde adentro yo chillo
te chillo dragón

2
El festín está listo
ya todo está servido
tu fruta prohibida
el pavo que suda
maldita uva
llamando a la tentación
cerrá tus manos
no quiero que me mires
cuando mis dientes la rajen
rajen su piel suave y débil
y chupe su jugo
y trague su corazón

3
Pompones blancos
pompones sin vida
pelusas de la muerte
mis lágrimas caen en su honor
mi dignidad se reclina ante ustedes
mi dignidad fluye
a través del hueco en mi cráneo
acariciando la carne fresca

4
Metales del diablo
me van penetrando
me duele el pelo
me duele la uña
me duelen las cejas
las pestañas
los mocos que caen
las gotas de sudor
y me da lástima tu movimiento
tu fuerza
y lloro por vos

5
Apareciste dentro de mí
como una semilla que plantó Lucifer
como una semilla que regó Judas
como una planta que fertilizó Dios
y me llevan lejos
lejos de vos
lejos de los que amo
lejos de los que no me aman
sé que sufriré menos
donde se escucha el rechinar de dientes

6
Mi sueño se derrama
al derramarse mi río bermejo
vivo en mi barba blanca
en mis coronas de oro cincelado
con rubíes y zafiros incrustados
en alas tornasoladas
en cuernos enrulados
todas esas cosas pasan
fluyen a través de mi río
el río que se derrama al derramarse mi sueño
mi río bermejo
en el que vivo

7
De que sirven tus hadas
tus lecciones de vida
tu moral, tu presencia
tu voz de persona correcta
tu bigote bien cortado
tu uniforme bien planchado
se te derrumba la casa
se te cae la estantería
te come el piso
basura
comida de ratas

8
Y en tu lecho nací
y en el mío vos falleciste
tengo tu fruto en mí
se lo llevaré al gran señor
tu talismán y el suyo ahora es mío
mi pase a la verdad
la verdad me espera allá
en los bosques encantados
donde las almas bailan desnudas

9
Sirvientes de la humildad
protéjanme
entre las ropas lleven los panes
luchen por su libertad
entre las ropas lleven las armas
con las que harán la paz
no se confundan
renuncien a la obsecuencia
sus lenguas se doblarán
y darán la gran noticia
sirvientes de la humildad
¡protéjanme!

viernes, 6 de mayo de 2011

Coiffeur

Hacer eso. Agarrar el peine. Sentir las miles de puntas incrustadas en el cuero cabelludo, raspando cada raíz, abriendo surcos, surcos para enterrar lo nuevo. Rascar y rascar los recuerdos. Abrir los surcos, que salga lo viejo, que entre lo nuevo. Que las cáscaras no obstruyan el paso. Que el fluido de la vida no se coagule. Que se saquen esos pelos, uno por uno, desde adelante hacia atrás. Los cortos y los largos. Sacarlos de uno a uno. Que circulen las gotas de ese fluido, que corran por los surcos, que se desangre la memoria. Maldita peluquería; malditos peinados de circo. Y cuando ya no baste con el peine, que ayuden las uñas, que rasguen desde raíz las membranas que cubren el centro. Que se saquen las membranas de una a una, hasta tocar el cráneo duro. Que se quiebre esa membrana maciza, que la partan al medio de una vez. Que ya no se aguanta la picazón, ya no se aguanta. Rascar y rascar, con el peine, con las uñas, que los surcos se abran, que corra el fluido de la vida, que se saquen los pelos de uno a uno, que se rasguen y se quiebren las membranas, que me pica el recuerdo.